Hoy en día se da un gran valor a la higiene. Comparado con una generación anterior a la nuestra, se podría deducir que nuestra generación es afortunada de vivir en un entorno mucho más limpio y aséptico.
Lejías, productos de limpieza, alimentos pasteurizados, antibióticos orales, cremas antibacterianas, jabones exfoliantes, desodorantes, desinfectantes… Todos estos elementos hacen de nuestro entorno, nuestra comida y nuestro cuerpo un lugar seguro de microbios.
Sin embargo, las bacterias han sido compañeras inseparables de la vida y su evolución. El cuerpo humano es el hogar y medio de vida de un sin fín de microorganismos. Cada zona, rincón u orificio alberga un extenso número de habitantes, los cuales varían en géneros y especies diferentes según las características de cada parte del cuerpo. La piel, la boca, los ojos, los genitales, las axilas, los pies… son como regiones diferentes del planeta.
Louis Pasteur ya comentaría en el siglo antepasado que la vida sin microbios sería imposible. Si bien en estudios germ free animals los animales pueden vivir, sí que es cierto que hay importantes consecuencias en el caso de no tener estos inquilinos con nosotros.
Localización y composición de la microflora intestinal
De todas las zonas del cuerpo humano, es el tracto gastrointestinal donde existe el mayor número y variedad de microorganismos, en particular, una vez pasado el íleon. Pocos géneros, pero hasta 500 espécies diferentes pueden poblar nuestro intestino.
Son los bifidocbacterias y lactobacilos los principales géneros beneficiosos para el hombre.
Acciones sobre el huésped
Antibacteriana. Las bacterias intestinales protejen de otras bacterias nocivas impidiendo su establecimiento mediante un efecto barrera, compitiendo por espacio y nutrientes. Además, las flora autóctona puede producir sustancias que restringen el cremiento de otras bacterias.
Inmunomoduladora. Interactuando con las células epiteliales del intestino, las bacterias producen un estímulo inmune contínuo. Estudios muestran que la baja exposición a bacterias produce unos niveles menores de linfocitos en la mucosa intestinal. Este hecho tiene, además, una repercusión sobre la respuesta alérgica, ya que los linfocitos Th1 inhiben a los Th2, quienes juegan un papel en esta respuesta.
Metabólica. Hay un mejor aprovechamiento de nutrientes, como ocurre con restos de carbohidratos no digeridos, los cuales son fermentados, produciendo elementos absorbibles por la mucosa. Otro ejemplo ocurre con la síntesis de la vitamina K.
Sería interesante conocer qué factores son los que modifican las características de nuestra flora intestinal. Hay estudios que apuntan a diferentes factores. Así, vemos que los factores genéticos, las condiciones del nacimiento, el tipo de parto y la lactancia influyen en la formación y padrones de localización. Las propias bacterias pueden intervenir en su propia distribución y proliferación, lo que se denomina quorum sensing. También las acciones del propio individuo, como el tipo de alimentación, la toma de agentes antimicrobianos, como antibióticos, o las condiciones habituales de vida, pueden modificar estos patrones.
No se sabe con certeza qué factores son más significativos para determinar la calidad y cantidad de nuestra microflora, por ello parece prudente considerarlos todos.
Si bien no podemos modificar nuestra genética o el tipo de parto y lactancia que tuvimos, sí podemos modificar otros sobre los que sí tenemos control, como el uso de antibióticos, los productos que utilizamos en el hogar, y por supuesto, la alimentación.